SAN
JUDAS TADEO: UNA ESPIRITUALIDAD EN TORNO AL PRODIGIO.
Pbro. Lic. Juan Carlos Flores Rivas.
San
Judas Tadeo es un santo que enseña, instruye y exhorta. Es cierto que puede ser
invocado como intercesor para contribuir a la solución de causas difíciles, sin
embargo, el devoto de San Judas Tadeo debe ser consciente de que el milagro es un signo privilegiado para provocar fe en el pueblo santo
de Dios. La misión primordial de San Judas Tadeo es la de predicar a quienes no
ha llegado la fe en Jesucristo, con una predicación entusiasta que hoy llamamos
kerygma, y que suscita gran interés en cada uno de los oyentes.
La
labor evangelizadora de San Judas Tadeo exige en cada uno de sus devotos un
reto, el trabajo de una metanoia personal, es decir, cambio de mentalidad y de
actitudes, de una verdadera conversión, una transformación espiritual y una
renuncia al mundo manifestada en la renuncia a muchos esquemas culturales sobre
todo en materia de ideología y religiosidad equivocadas.
Todo
aquel que se declara devoto de San Judas Tadeo asume un compromiso serio de
renuncia al pecado, a Satanás y tantas prácticas que a veces aparecen como
ingenuas, pero que llevan a la perdición: hechicerías, adivinaciones, y la
idolatría de la muerte, en situaciones corrientes para los desempeños
domésticos, comerciales, lúdicos y estatales, como invocaciones equivocadas a
falsos angeles, o prácticas adivinatorias demoniacas.
San Judas Tadeo exige que
el devoto se aparte del politeísmo, y de la falsa religiosidad. Exige que
vivamos la pureza de la fe católica. San Judas Tadeo exige la purificación de
la religión con el aprendizaje de una fe razonada, el estudio de la palabra de
Dios contenida en la biblia, y el catecismo de la Iglesia Católica. El
verdadero devoto debe adquirir el espíritu del verdadero Dios que es
Jesucristo, y alejarse de cultos ostentosos y vacíos, sin la piedad y las
buenas obras.
Por
eso San Judas Tadeo es un médico que cura sin medicinas, lo hace por medio de
la acción sanadora de Jesucristo, a quien él imita con toda su vida. La
condición fundamental para que se opere el prodigio es que el creyente profese
la fe verdadera contenida en el credo católico, y la confianza del creyente en
la acción restauradora de Dios.
San Judas Tadeo cumple con ser embajador de la
alegría divina, aunque es protagonista principal en la historia personal del
creyente, está en segundo término en relación con las operaciones divinas. No
es San Judas Tadeo quien obra el milagro, él sólo intercede. Quien opera la
acción divina es Jesucristo, por quien San Judas Tadeo ha dado su vida hasta el
martirio.
En
las curaciones, se percibe que el prodigio se actúa como confirmación de la
predicación del apóstol y como un elemento de atracción para los que habrían de
convertirse al Señor, está claro que el prodigio lo realiza Dios a través del
discípulo. No es San Judas Tadeo quien actúa el milagro, pero lo reivindica
como poder salvador de Cristo a través del signo, especialmente de la cruz. El
creyente debe sentirse movido a la piedad, debe mover sus ánimos con la
esperanza de regresar a la verdadera devoción.
El
milagro es esencial en la vida del creyente, sobre todo en aquellos que
experimentan desventaja, limitación y riesgo, como posibilidad de mejoramiento
de las circunstancias que afligen, con el deseo de que se efectúe un giro
prodigioso, rápido, satisfactorio, que libere el alma, del drama personal. CIERTAMENTE, EL MILAGRO NO PUEDE SER COMPRENDIDO POR LOS SATISFECHOS, QUE REACCIONAN SIEMPRE CON SARCASMO.
El
prodigio se comienza a fraguar desde el grito doloroso del ser necesitado,
súplica esperanzada que solicita la ayuda divina. El verdadero argumento para
que se genere el milagro es la palabra del Maestro. El prodigio está preparado
desde el momento en que el suplicante manifiesta un poco de fe al Dios
verdadero, de manera que Jesucristo responde.
La acción prodigiosa del apóstol
funciona para completar el milagro, pero el resultado no se queda en el simple
favor físico sino en alcanzar la plenitud de la fe que no se privatiza en un
beneficio personal, sino que se da a conocer, se difunde, para el bien de la
Iglesia.
El
milagro que provoca la intercesión de San Judas Tadeo es, en efecto, la
restauración de una necesidad humana, pero es más elocuente la respuesta de
Dios ante la súplica y el cumplimiento del favor solicitado.
El prodigio es la
garantía de la bendición que recibe el creyente, milagro que se transforma en
una alegría que se transmite a los demás. La comunidad cristiana confía en la
poderosa intercesión de sus santos porque éstos han trasmitido la fuerza que la
fe posee cuando se acude confiadamente en Dios.
En
consecuencia, todo aquél que acude a San Judas Tadeo debe saber que el santo
cumple con su parte de distribuir las gracias divinas, pero también advierte
que el milagro se cumple cuando se crece en la esperanza, en amistad y en un
más sincero conocimiento de Dios. El prodigio debe llevarnos a una verdadera y
profunda espiritualidad.
Los milagros provocan cambios formidables en la vida
de las personas, fundamentan la fe en la bondad de Dios, Él es bueno, y quiere
lo mejor para sus hijos.
En el caso de San Judas Tadeo, la solicitud del
prodigio es una especie de reto de esperanza donde nunca desaparece la fuerza
suplicante, aún cuando no se reciba el don en el tiempo deseado. Ese matiz de
confianza externa se debe a que en la tradición litúrgica del apóstol se
expresa un perenne reconocimiento de la debilidad del hombre frente a la
inmensa misericordia divina.
Esta
es la verdadera intercesión milagrosa, el creyente se sabe débil pero confía en
el poder de Dios, y siendo fiel a la fe recibida se le cumple el prodigio.
¡San Judas Tadeo, intercede por nosotros!
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