“Poned
los ojos en el Crucificado y todo se os hará poco”
CUARESMA-TERESA DE JESUS-QUINTO CENTENARIO
Pbro.
Lic. Juan Carlos Flores Rivas.
El Santo Padre Francisco, ha declarado como nuevo Doctor de
la Iglesia a un sacerdote y monje armenio: San Gregorio Narek. Este
acontecimiento nos permitirá entender la importancia que tiene para la Iglesia,
el hecho de proclamar a un Santo como Doctor de la Iglesia. Esto quiere decir
que, una vez que la Iglesia ha revisado todos sus escritos –del santo en
cuestión-, la Iglesia misma se ve identificada en ellos, y por lo tanto, la
enseñanza de este santo, así reconocido como Doctor de la Iglesia, ahora deja
de ser simple opinión, para ser reconocida como Doctrina sólida, doctrina
católica.
Muchos de los así reconocidos Doctores de la Iglesia, que
con éste último (San Gregorio Narek) son ahora 34 (solamente tres de ellos
mujeres: Santa Teresa de Jesús fue la primera reconocida como tal; Santa
Catalina de Siena; y Santa Teresita del Niño Jesús), han sido fieles que han
vivido con fecundidad su conversión, y muchos de ellos, sin formación
académica.
Es el caso de Santa Teresa de Jesús, quien cumplirá el
próximo 28 de marzo, 500 años de su nacimiento, y con quien intentamos vivir
una cuaresma santa, pues como ella misma nos dejó testimonio, fue en una
Cuaresma cuando inicia su conversión, ante la contemplación de “un Cristo muy
llagado”. Santa Teresa puede ser venerada en la Capilla del Sanatorio del
Sagrado Corazón de Jesús, en el Fraccionamiento Mozimba, en Acapulco.
Teresa de Jesús nos pide, en esta cuaresma: “No dejen de
considerar muchas veces la Pasión y vida de Cristo, que es de donde nos ha
venido y viene todo bien” (Vida 13,13).
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“Siempre que pienses de Él, acuérdate de su amor por ti, que amor saca amor. Acostúmbrate
a enamorarte de su humanidad. Tráele siempre contigo. Mira que te mira. Acompáñale.
Habla con Él. Pídele por tus necesidades. Quéjate a Él de tus trabajos.
Alégrate de estar con Él. No te olvides de Él en esta hora. Dile palabras que
te salgan del corazón” (Vida 12,2 y 13,22).
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“Si quiere ganar libertad de espíritu y no andar siempre atribulado, comience a
no se espantar de la cruz, y verá cómo se la ayuda también a llevar el Señor y
con el contento que anda” (Vida 11,17).
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“No me ha venido trabajo que, mirándoos a Vos cuál estuvisteis delante de los
jueces, no se me haga bueno de sufrir. Con tan buen amigo presente, con tan
buen capitán que se puso en lo primero en el padecer, todo se puede sufrir: es
ayuda y da esfuerzo; nunca falta; es amigo verdadero” (Vida 22,6).
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“Díjome una vez el Señor que pusiese los ojos en lo que Él había padecido, y
todo se me haría fácil” (Vida 26,3).
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“Si estáis con trabajos o triste, miradle camino del huerto. O miradle atado a
la columna, lleno de dolores, todas sus carnes hechas pedazos por lo mucho que
os ama: tanto padecer, perseguido de unos, escupido de otros, negado de sus
amigos, desamparado de ellos, sin nadie que vuelva por él, puesto en tanta
soledad, que el uno con el otro os podéis consolar. O miradle cargado con la
cruz, que aún no le dejaban ni respirar. Ha de miraros Él con unos ojos tan
hermosos y piadosos, llenos de lágrimas, y olvidará sus dolores por consolar
los vuestros, sólo porque os vais vos con él a consolar y volváis la cabeza a
mirarle” (Camino 26,5).
Y
en ningún momento estamos con Teresa de Jesús ante una espiritualidad
descarnada, enajenante, o que proponga una fuga del mundo, sino todo lo
contrario, muy comprometida: “Estas dos cosas nos pide el Señor: amor de Él y
del prójimo es en lo que hemos de trabajar; guardándolas con perfección,
hacemos su voluntad, y así estaremos unidos con Él. La más cierta señal que -a
mi parecer- hay de si guardamos estas dos cosas, es guardando bien la del amor
del prójimo. Obras quiere el Señor; y que si ves una enferma a quien puedes dar
algún alivio, te compadezcas de ella; y si tiene algún dolor, te duela a ti; y,
si fuere menester, lo ayunes porque ella lo coma; y procurar trabajar por
ayudar al prójimo, cuando se ofreciere. No penséis que no ha de costar algo y
que os lo habéis de hallar hecho. Mirad lo que costó a nuestro Señor el amor
que nos tuvo, que, por librarnos de la muerte, la murió tan penosa como muerte
de cruz” (5 Moradas, 3, 7-12).
“Después
que se puso en cruz el Salvador, en la cruz está la gloria, y el honor; y en el
padecer dolor, vida y consuelo” (Poemas).